Audiorrelato: Deseo de Navidad | M.A. Álvarez / Mas Terror Mx
¿Algunas vez habéis pedido un deseo por Navidad? Pues.. ¡cuidado con lo que deseáis!, ya puede hacerse realidad...
Este es un relato de mi autoría narrado en el podcast MAS TERROR MX, titulado Deseo de Navidad, que se estrenó el pasado día 24 de diciembre.
Mis agradecimientos al podcast por contar conmigo y darle vida sonora a esta historia de forma tan tenebrosa.
Sobre MAS TERROR MX
MAS TERROR MX, es un podcast donde se pueden escuchar Leyendas Urbanas, Creepy Pastas, Historias Reales de sus oyentes y Clásicos de la literatura de terror.
Podéis visitarlo y descubrir sus aterradores vídeos pinchando en este enlace:
EL RELATO
Por último, añado el relato por escrito, ya que es una historia inédita que no había publicado antes en el blog.
DESEO DE NAVIDAD
Todos ustedes han pedido un deseo alguna vez, ¿verdad? Yo también. Un día, por Navidad. Aunque no estaba seguro de que los deseos de Navidad se cumplieran. Durante mucho tiempo, ni si quiera les di crédito alguno. Pero ahora sé que es posible… Es posible tener lo que se desea… ¡Cuidado con lo que pretenden pedir! Porque puede hacerse realidad…
Siempre he sido una persona muy solitaria. Conozco a mucha gente, sí: compañeros de trabajo, vecinos, tengo unos pocos parientes lejanos… No obstante, nunca he gozado de un auténtico vínculo de confianza o amistad con nadie. Ni siquiera en el amor. Tal vez sea por mi carácter retraído, introvertido, huidizo. O quizás sea culpable la dama fortuna, que jamás me ha bendecido con sus dones en estos asuntos de índole tan sentimental.
Una vez más, me sorprendieron las Navidades, las cuales volvía a pasar en solitario, como en los últimos años. El día 24 solía cenar viendo por televisión algún programa típico de estas fechas que, en parte, ayudan a llenar el vacío que siempre despierta esta época a quien no puede contar con el calor de la familia, la cercanía o la ilusión del intercambio de regalos, sean cuales sean.
Hacía demasiado tiempo que yo no tenía nada de eso, que no experimentaba ninguna de las blancas y entrañables emociones navideñas y, ese mismo año, comencé a anhelar más que nunca una Navidad diferente. Una Navidad en compañía.
Entonces recordé que dicen que se puede pedir un deseo en Nochebuena. Así que probé a pedir uno. ¿Qué podía perder? Consulté internet desde mi portátil y leí en un artículo lo que debía hacer: escribí mi deseo en un papel y lo colgué de mi arbolito. Más tarde, a medianoche, quemé el papel junto a la ventana, bajo el cielo estrellado, y lancé mi petición a la fresca brisa invernal. Deseé fervientemente no pasar en solitario las próximas Navidades y ese deseo me dio esperanza, me hizo sentir un poco más vivo.
De alguna manera, comencé a confiar en que pudiera producirse ese milagro de Navidad mientras observaba el ascenso del humo que desprendía el papel. Era como si me estuvieran escuchando las mismísimas estrellas… No, la mismísima luna… No, no, no… ¡el universo entero!
Sin embargo, por un instante, noté que el viento sopló aún más gélido, glacial, y me pareció que la oscuridad de la noche se volvía absoluta a mi alrededor, que engullía todo cuanto alcanzaba a ver y que podría llegar a hacer lo mismo conmigo. Nunca olvidaré aquella inquietante sensación. Tan breve en tiempo… pero tan eterna en mi memoria.
***
A pesar de todo, después de esa noche, no cambió nada. Mi relación con los demás continuaba siendo la de siempre. Ni siquiera se propiciaba la ocasión de conocer a alguna persona nueva. Bueno, miento si digo que no cambió completamente nada. Sí que hubo algo que se salió de lo común, pero, al principio no le di ninguna importancia. Adentrado el verano, cuando estaba trabajando frente a la pantalla de la computadora, noté que algo se interponía en mi visión. Me quité las gafas para ver si estaban sucias y así era. Algo que podría parecer normal. No obstante, comenzaba a repetirse más de lo habitual. Siempre aparecía una pequeña mancha en uno de los cristales, en el mismo sitio. La limpiaba y continuaba trabajando.
Con el paso del tiempo, la mancha se hacía más recurrente, hasta que me di cuenta de algo: con el asfixiante calor de la época estival, me quitaba las gafas más a menudo y, en una ocasión, le transferí mi vaho a los cristales antes de limpiarlos. Para mi sorpresa, distinguí una forma, la huella de un dedo. Pensé que yo habría tocado el cristal y, sin más, lo limpié.
Desde entonces, la huella volvía a aparecer todos los días. Cada vez más intensa, más nítida, más definida... y… parece una locura… pero llegué a alcanzar la extraña conclusión de que aquella huella en el cristal de mis gafas no pertenecía a mi propio dedo.
***
El resto del año transcurrió casi sin que me diese cuenta, pero sí que me percataba de que mi solitaria situación continuaba siendo la misma. Ya estaban encima las Navidades de nuevo y todo apuntaba a que iba a pasarlas solo una vez más. Así que decidí que, ese año, sí que acudiría a la comida de Navidad de la empresa, a principios de diciembre. Al fin y al cabo, quizás tendría que poner un poco de mi parte para que mi deseo se cumpliera.
Durante dicho almuerzo, estuve hablando con una compañera de trabajo. Recordábamos algunos proyectos en común. Ella me contaba varias anécdotas a la vez que bebíamos y, poco a poco, nos fue invadiendo cierta alegría y ánimos propiciados por el alcohol que nos empujaban a alargar la conversación. Tanto es así, que hasta me atreví a contarle acerca de aquella persistente huella en el cristal de mis gafas.
—Pero es algo muy absurdo… —concluí tras revelarle que no creía que la huella fuera mía y, finalmente, se me escapó una estrepitosa carcajada.
Para mi asombro, mi compañera respondió entre risas:
—¿Sabes? Mi cuñado trabaja en la policía. ¿Y si le pido que analice esa huella? Será divertido corroborar que es de tu propio dedo.
—Yo… No sé… ¿Seguro? ¿Se puede hacer eso?
—Sí, venga, ¡dámelas! —insistió.
—De acuerdo. De acuerdo. Si tú lo dices...
Riendo, le entregué mis gafas con cuidado y ella se las guardó. De todas formas, tenía otras de repuesto. Y ahí quedó el tema por el momento.
***
En realidad, me olvidé un poco del asunto. El trabajo siempre es absorbente cuando está finalizando el año y captaba casi toda mi atención. Hasta que, el propio día 24 de diciembre, por la mañana, mi compañera me trajo un sobre con el análisis de las gafas.
—¡Feliz Navidad! —exclamó al entregármelo, como si de un regalo se tratase—. Ya me contarás de quién es esa misteriosa huella —bromeaba.
Más tarde, con tranquilidad, abrí el sobre. Contenía mis gafas y unos documentos que no me demoré en leer: resulta que esa huella sí que era propiedad de otra persona, incluso había un nombre. Al principio, me alarmé, y tuve que calmar mis desmedidos nervios para tratar de volver a la calma. Posiblemente, mis gafas las hubiera tocado alguien más. En algún momento, me las podría haber dejado en la mesa de un restaurante, del trabajo… Alguien pudo haberlas tocado por algún motivo sin importancia y haberme dejado su impronta residual.
Recuperé mis gafas, las limpié bien y me las puse. Se hacía tarde, quedaba poco para la hora de la cena de Nochebuena. Aunque estuviera otra vez en solitario, me gustaba preparar la mesa. Al menos, para que pareciera un día diferente.
***
Una vez lo hube dispuesto todo, apesadumbrado, me senté frente a mi individual mesa navideña. Encendí la televisión y busqué la compañía de algún programa. Sin embargo, este año había algo más, una diferencia, un pensamiento en mi cabeza, una curiosidad… Me traje el portátil conmigo a la mesa y, durante la cena, busqué el nombre del supuesto propietario de la huella de mis gafas en redes sociales. El mismo nombre que encontré en los documentos.
Tras insertarlo, salió una lista de varias personas que se llamaban igual. Podría ser una de ellas, pero no era fácil adivinar cuál. Durante unos segundos, estuve observando la pantalla y lo que ocurrió entonces, me volvió la sangre escarcha. Paulatinamente, la huella se fue manifestando sobre su superficie, justo encima de uno de los nombres.
Me acerqué más al portátil. Pulsé en el nombre. La tenebrosa foto de perfil de aquella persona no hizo otra cosa que sobrecoger mis ánimos. Me pareció envuelta en la más absoluta oscuridad, como la de aquella noche, de hace un año, aquella que no podía desprender de mi memoria.
Su perfil en la red social llevaba unos meses sin actualizar. El muro contenía un par de mensajes de condolencias hacia esa persona, la cual… había fallecido. Mi mano temblaba ligeramente sobre el ratón. También había un último post escrito por ella misma, con fecha de antes del verano. El mensaje decía:
“Mi último deseo: No volver a estar sola jamás.”
Un escalofrío glacial me recorrió de los pies a la cabeza al tiempo que escuchaba a alguien respirar justo detrás de mí. En ese momento, experimenté un horrible un malestar… Las palpitaciones de mi corazón me sobrepasaban al distinguir el sutil reflejo de una fantasmagórica figura en mi pantalla. No me atrevía a mirar hacia atrás. Aquella era la imagen de una sombra surgida de las mismísimas tinieblas. Sus espantosos ojos parecían haberse apagado en vida, su rígida cabellera estaba mal recogida, su desdibujado cuerpo mostraba una terrible contorsión que escapaba de toda normalidad…
Me quedé sumido en una horrorosa y profunda turbación. Permanecí paralizado en el mismo momento en el que la lóbrega figura posaba sus dedos sobre el cristal de mis gafas. Tiraba de ellas para llamar mi atención mientras su espeluznante voz susurraba:
“Juntos por siempre. Feliz Navidad.”
Oprimido por el más siniestro y lúgubre desconcierto, comprendí que alguien o algo que escapaba a mi entendimiento nos había escuchado. Y cumplió nuestros deseos…
FIN
* * *
Espero que estéis pasando unas ¡¡Felices Fiestas!!
Muy buen cuento, tiene una melancolía profunda todo él y un final espeluznante. En el audio pone la piel de gallina. La idea de la huella es sutil, y muy original; la voz del intérprete sensacional ¡Menudo equipo hacéis!
ResponderEliminarAbrazo!
¡Hola, Maite! Muchas gracias por ver el vídeo. Me alegra mucho que te haya gustado el relato y la narración.
EliminarUn abrazo :)
Genial relato. Pasaba a desearte un feliz año lleno de prosperidad para ti y para tu familia. Te mando un beso.
ResponderEliminar¡Muchas gracias J.P.! Igualmente. Espero que pases un Feliz Año. Un abrazo :)
Eliminar¡Hola, M.A.! Ostras, qué bueno!!! Has dado un toque fantasmal a ese deseo de compañía, y además de la manera tan original como es ese cotejo de la huella dactilar. Lo que me lleva a especular qué hacía esa huella en los archivos policiales. Lo que la vida no unió, lo logró la muerte. Un relato estremecedor y con ese punch final para quedársete pegado en la espalda. Un fuerte abrazo y mi deseo de que pases un 2023 "terrorífico"!!
ResponderEliminar¡Hola, David! Muchas gracias por tus palabras. Me alegra mucho que te haya gustado el relato. Me has dado la idea de un hilo del que tirar sobre el tema de los archivos policiales, quizá una segunda parte del relato en la que se profundice más en esa parte. ¡Feliz Año!
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