Murillo. Una tragedia revelada.
(Proyecto Adictos a la Escritura. Noviembre-Diciembre.)
En esta ocasión, el proyecto consiste en elegir determinados personajes o épocas de la historia universal para situar la acción del relato, ambientando la historia en un momento histórico particular.
Yo he ambientado mi relato en la Sevilla del siglo XVII, el pintor Murillo y la leyenda que existe en torno a su muerte.
Un poco sobre Murillo:
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) nació en Sevilla, España. Fue un pintor barroco cuya obra es muy amplia y variada, siendo su mayor parte de tema religioso (aunque también pintó escenas de niños, adolescentes y minuciosos retratos).
Llegó a ser un pintor de gran prestigio y consideración y actualmente está considerado como uno de los grandes maestros de la Historia del Arte.
A la izquierda "Los Desposorios de Santa Catalina", uno de los lienzos del conjunto que formaba parte del retablo de la Capilla Mayor del Convento de Capuchinos de Cádiz. Este retablo fue la última gran obra encargada a Murillo.
Y aquí va mi relato:
Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) nació en Sevilla, España. Fue un pintor barroco cuya obra es muy amplia y variada, siendo su mayor parte de tema religioso (aunque también pintó escenas de niños, adolescentes y minuciosos retratos).
Llegó a ser un pintor de gran prestigio y consideración y actualmente está considerado como uno de los grandes maestros de la Historia del Arte.
A la izquierda "Los Desposorios de Santa Catalina", uno de los lienzos del conjunto que formaba parte del retablo de la Capilla Mayor del Convento de Capuchinos de Cádiz. Este retablo fue la última gran obra encargada a Murillo.
Y aquí va mi relato:
Murillo. Una tragedia revelada.
Encontrándome
en mi casa de Sevilla, en el Barrio de Santa Cruz, y no quedándome más remedio
que permanecer postrado en mi cama, esperando un severo destino: mi propia
muerte, inevitablemente recuerdo algunos momentos vividos, sobre todo mi última
desgracia. Hacía unos meses había recibido un encargo y me trasladé a Cádiz
para trabajar en el retablo del Convento de los Capuchinos. Debía dedicarme a
una obra de grandes dimensiones, por lo que tuve que hacer uso de un andamio,
armazón de madera portador de una cruel suerte cuando la mala fortuna hizo que
me precipitara y callera del mismo, sufriendo un inesperado accidente cuyos
efectos se complicaron por verse unidos a otros de mis padecimientos. Los
médicos pronosticaron hace semanas la gravedad de mi lesión y, siendo conocedor
de mi fatal desenlace, decido revelarle una historia a mi hijo Gaspar y a mi
buen amigo Pedro Núñez de Villacencio antes de transmitirles mi última
voluntad.
Se
trata de un suceso que apenas he tenido la intención de compartir, simplemente fue
cayendo en el olvido con el paso del tiempo. Mi hijo está sentado a un lado de
la cama en la que llevo abatido tantas jornadas. Pedro permanece en una vieja silla de madera. Antes de
que Dios me lleve, le pido que escuchen mis palabras y comienzo a relatarles lo
siguiente:
—No
puedo evitar recordar cuando me encontraba yo ese día caminando muy cerca de la
Catedral. Los mentideros del edificio servían todavía de lugar de reunión para
mercaderes, pícaros y ociosos a la espera de noticias sobre las Indias, aun
habiéndose provocado una notable disminución del comercio. La ciudad se
mostraba bulliciosa. Multitud de comerciantes llegados del extranjero paseaban
de aquí a allá, atendiendo sus negocios. Era preciso esquivar a mucha gente
para continuar mi camino a través del denso tumulto y fue cuando, tras rebasar
a un grupo de personas, una gitana se acercó a mí y detuvo mi paso.
—Padre,
no hables. Estás muy debilitado —me aconsejó Gaspar, pero era mi deseo terminar
mi relato.
—Escucha
atentamente, hijo —respondí—, pues quiero revelarte algo que ella dijo y que
estos últimos días ha estado oprimiendo mi razón. Cuando ella me detuvo
insistió una y otra vez en leerme la mano. Al principio me negué, pues no soy
yo hombre que me interese por esos menesteres. No obstante, su insistencia hizo
que al final cediera y le mostré la palma de mi mano. Ella la observó con
atención. La tomó entre las suyas y durante unos segundos permaneció
observándola en silencio, hasta que mostró un gesto repentino: sus ojos se
abrieron transmitiendo una especie de temor y asombro. Durante unos instantes
se clavaron en los míos y entonces pronunció las siguientes palabras: “Cuídate
de los casamientos, pues en uno encontrarás la muerte”. No puedo asegurar que
sus palabras no me inquietasen. Siempre he sido un hombre de fe, pero no
pretendía tentar a la suerte y quizás me dejase llevar por la superstición
cuando decidí finalmente que dejaría de asistir a ese tipo de celebraciones.
Gaspar
y Pedro se miraron desconcertados durante unos instantes.
—Los
años pasaron —continué—. Y sabéis que hace unos meses fue necesario que me
trasladase a Cádiz para realizar el encargo en el que estaba trabajando en el
Convento de los Capuchinos, donde fui
presa de este infortunio mientras realizaba mi labor.
—Sí,
padre pero —interrumpió—, ¿por qué nos cuenta todo esto?
—Porque
—suspiré amargamente— al final sucedió como predijo la gitana.
—¿Pero
de qué estás hablando?
—Antes
de caer del andamio me encontraba trabajando en aquella obra —dije y el
recuerdo me produjo cierto temor y turbación.
—¿Qué
obra?
—Los
Desposorios de Santa Catalina.
***
El día 3 de abril de 1682 falleció
Bartolomé Esteban Murillo. Su última voluntad fue ser enterrado en la Parroquia
de Santa Cruz. Su deseo se vio cumplido, no obstante, posteriormente, esta
Iglesia desapareció durante la ocupación francesa en Sevilla. En la actualidad,
en su solar se alza la Plaza de Santa Cruz, cuyos jardines delimitan lo que
fueron en su día los muros de la Iglesia y en cuyo subsuelo, en lugar
desconocido, reposan los restos del pintor. Irónicamente, frente a esta plaza
se encuentra la Embajada Francesa.
Cerca de esta localización se
extienden Los Jardines de Murillo, que tomaron su nombre por su proximidad al
artista y su residencia.
Su última obra: “Los Desposorios de
Santa Catalina”, representa la unión espiritual o “matrimonio” entre Dios y el
alma de la santa. Por lo que se dice que la profecía se cumplió: Murillo moría
en un casamiento.
***
FIN
Hola, me ha gustado mucho el tema que has escogido y como has conducido la trama del relato!! Felicidades!!!
ResponderEliminarbesos!!!
¡Hola! Resulta interesante la historia, además de bien narrada informa que da gusto. Te felicito. Un abrazo.
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