30 marzo 2015

Relato: La llamada


(Proyecto Adictos a la Escritura. Marzo 2015.)

El ejercicio de este mes se titula Dos plumas. Consistía en escribir un relato por parejas. Mi compañero de Adictos a la Escritura para escribir el relato ha sido Antonio V. García (también podéis leer el relato en su blog: http://www.antoniovg.com/2015/03/la-llamada.html).


Para mí, la experiencia de haber escrito un relato con otro autor ha sido positiva. Desde el principio hemos tenido buena comunicación y hemos sido capaces de ir conformando el relato con nuestros aportes realizados.

Y aquí está nuestro relato:




La llamada

La tarde no había sido nada especial. No tenía nada que reseñar en su diario. Empezó a escribirlo hace tres años. Generalmente siempre buscaba algo para apuntar en él, pues no le gustaba terminar la jornada poniendo para la posteridad: “Hoy no ha ocurrido nada interesante”. Sabía que si nada nuevo ocurría, esa noche tendría que volver a poner la dichosa anotación que ya había inmortalizado más de diez veces en los últimos días. Se encontraba de vacaciones en el pueblo de sus padres, y estaba resultando ser un verano aburrido. Como la vivienda que habitaba cada año estaba siendo reformada, ella se alojaba en la casa de unos amigos de la familia y de vez en cuando iba y venía para comprobar los avances de las obras. Poco más hacía en el día, mataba el resto del tiempo jugando a videojuegos clásicos. Estaba tentada de escribir que había derrotado al jefe de la mazmorra, pero al igual que no lo hizo en los días anteriores, éste día tampoco lo iba a hacer. Tampoco podía poner que había descubierto un lugar nuevo en el pueblo, pues mentiría, porque ya que lo conocía como la palma de su mano. Había pasado muchos veranos sola investigándolo. De repente, sonó su teléfono. Descolgó el aparato y escuchó aquella  misteriosa voz. Tenía un mensaje para ella y, una vez se lo hubo transmitido, colgó el teléfono sin darle tiempo para contestar.

El mensaje decía lo siguiente: “No creas que me he olvidado de lo que ocurrió. Sé que sigue ahí y haré lo que sea necesario para recuperarlo. Lo que sea”.

El desafiante y amenazador tono de las palabras la asustó. No sabía a qué se refería. Miró a su alrededor, a cada rincón del salón, y su siguiente impulso fue ir enseguida a cerrar la puerta con llave. Cuando lo hizo, miró por la mirilla. La luz de fuera estaba apagada, todo estaba bañado por una oscuridad absoluta. No tardó en retirar el ojo de la pequeña abertura. Después trató de calmarse. ¿Y si se habían equivocado de número? Se sentó a ver la televisión tras prepararse la cena y, poco a poco, sus ánimos se fueron sosegando. Sin embargo, cuando comenzaba a caer presa del sueño y se levantó para dirigirse al dormitorio, el teléfono volvió a sonar. Se sobresaltó. Sospechaba que se trataría de la persona de antes. No quiso contestar. Se quedó ahí de pie, paralizada, hasta que el teléfono dejó de sonar. En cuanto el timbre cesó, suspiró aliviada, pero en cuestión de segundos, el teléfono comenzó a emitir de nuevo ese irritante sonido.

Ella se acercó lentamente hacia el aparato. Inquieta, extendió su mano hacia él y cuando estuvo a punto de descolgarlo… se fue la luz. Mas el teléfono seguía sonando. Separó la mano de él y echó a correr a su habitación para refugiarse bajo la quimérica protección de sus sábanas. Rodeada de oscuridad, sus sentidos se agudizaron sobremanera. Su oído estaba presto a detectar cualquier mínimo sonido para descubrir su origen. Pero lo único que escuchaba era el aire de fuera que mecía las ramas de los árboles, nada más, ni siquiera el teléfono. «Habrá sido casualidad». Pensó ella para tranquilizarse e intentar conciliar el sueño. Esto fue algo que le costó, pero finalmente cayó rendida y maldurmió unas horas.
Con el nuevo día, llegó una nueva manera de enfocar la situación. Por supuesto, no fue nada más despertarse. Tuvo que desayunar y asearse antes de que se le ocurriese mirar la lista de llamadas. Su costumbre de coger a la primera el teléfono, y la tensión posterior tras el mensaje, le habían impedido ver el número de la llamada. Resuelta a descubrir la identidad del desconocido, y con la esperanza de que no se tratase de un número oculto, examinó el historial de llamadas. Sin embargo, aquello hizo que se pusiese más nerviosa aún. Descubrió que no había rastro de ninguna llamada desconocida ese día. No figuraban en la lista ni la toma de contacto original, ni el resto de intentos que ella había tornado infructuosos. Y entonces, ahí estaba nuevamente aquella dichosa llamada. Figuraba un número en la pantalla de visualización, ¡el propio número del teléfono que estaba sonando! Lo cogió, y antes de que la voz se aventurase a pronunciar palabra, ella se adelantó:
—¿Quién eres y qué diablos quieres?
—Quiero lo que es mío. ¡Lo que me quitaste hace dos años!
—Yo no te he quitado nada. ¡Te habrás equivocado de persona!
—Sé quién eres, y quiero lo que es mío de vuelta. Haré lo que sea para recuperarlo, ¿me escuchas? Lo que sea…

Ella se apartó del teléfono al escuchar nuevamente aquella amenaza, tomó una bocanada de aire y, dispuesta a contestar a aquella intimidación, volvió a acercárselo.
—Sé que te has alejado del teléfono, sé que ayer se fue la luz justo cuando ibas a responder mi llamada. ¡Lo sé todo y no me equivoco!

La comunicación fue cortada nuevamente por el emisor de la llamada, y ella volvió a caer en pánico. Sus pulsaciones se aceleraron y le faltaba el aire para respirar. Entonces, cuando le llegó un momento de lucidez, fue a apuntar en el diario lo que le había ocurrido en estos dos últimos días. Y mientras escribía, cayó en la cuenta que en el propio diario podría encontrarse la solución. Aunque siempre lo anotaba todo en un cuaderno, de vez en cuando se molestaba en transcribir todo aquello a máquina para digitalizarlo. Así fue como empezó a releer sus vivencias de dos años atrás. Eran frases cortas y había sucesos que ella ya apenas recordaba. Y entonces, en el mes de julio de hace dos años, había algo que podía guardar relación con la llamada.

Leyó sus propias palabras relatando que ocurrió en el pueblo un suceso que emanaba cierto misterio. Se trataba de una noticia que conmocionó a todos. En los periódicos se hablaba de que un tipo, buscado por la policía, había llegado al pueblo y se ocultó en éste durante varios días, con el fin de esconder algo de valor que había robado. Alguien le ayudó, convirtiéndose en su cómplice, y lo único que sabían del compinche era que se trataba de una mujer. Cuando la policía descubrió a ambos, el sospechoso huyó, perseguido por los agentes. Y se cuenta que nadie supo lo que pasó después, pero que jamás se volvió a saber de aquel hombre.

Lo incompleto de la información de la noticia hizo que quisiera saber más y comenzó a buscar por internet. Pronto descubrió que se trataba de un suceso que por algún motivo trataban de ocultar. No obstante, casi nada se le escapa a la red y no tardó en dar con el comentario de un usuario en el que figuraba algo inquietante. Por lo visto, aquella noticia no contaba toda la verdad. El usuario comentaba que lo que sucedió realmente fue que la policía acabó por accidente con la vida del misterioso sujeto durante la inesperada persecución.

Conocer esos hechos la inquietaron aún más y no tardó en abandonar la vivienda. Tomó las cosas más necesarias y “escapó” de allí. No regresó hasta al cabo de una semana, acompañada de su hermano, a por el resto de sus pertenencias.

Cuando recogían las cosas,  el teléfono comenzó a sonar.
—Ignorémoslo —propuso él, ya conocedor de los acontecimientos.
Pero el timbre telefónico seguía sonando insistentemente.
—Voy a cogerlo —terminó por decir ella.
—¡No! Espera, yo lo haré.
Su hermano se adelantó hacia el teléfono y cuando fue a descolgarlo, el timbre se detuvo. No obstante, en cuanto se alejó, volvió a sonar. Él se acercó una vez más, más deprisa, y cuando descolgó, comunicaba. Un par de intentos más fueron suficientes para llegar a la conclusión de que tenía que ser ella quien contestara.
Así lo hizo. Tomó el teléfono.
—Por fin podemos hablar —dijo la voz.
—¡¿Qué quieres?!
—Ya lo sabes. Quiero lo que es mío, malnacida. Jamás olvidaré tu traición.
—¿Pero de qué hablas?
—Sabes bien de qué hablo, ¡yo lo robé, tú te lo quedaste y me vendiste! ¡Maldita!
—Pero yo… ¡Te equivocas de persona!
—¡Devuélvemelo! Si es que sigue escondido ahí, donde lo dejé, y eso es lo que espero porque de lo contrario…
—¡Ya estoy cansada de esto! ¡Me voy de aquí! ¡Déjame en paz! —gritó con todas sus fuerzas y colgó inmediatamente después.

Se apresuraron en dejar la casa. El resto del verano transcurrió tranquilo. Cuando volvió a la ciudad tras las vacaciones, retomó su vida cotidiana. Con el tiempo, se tomó lo sucedido como algo más sobre lo que escribir en su diario y no quiso prestar más atención.

Aquella noche volvió a sentarse para escribir. Se acomodó en el sofá, tomó el bolígrafo y abrió el diario por la página de ese mismo día. Sin embargo, en cuanto lo hizo, sus manos comenzaron a temblar. Alguien había escrito antes que ella:

“Devuélvemelo. Devuélvemelo. Devuélvemelo. Devuélvemelo” se repetía en la página una y otra vez, y en la siguiente, y en la siguiente, y en la siguiente…


FIN

6 comentarios:

  1. Anónimo31/3/15

    Muy interesante, felicitaciones a ambas. Me queda imaginar cuál era el objeto robado :)

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  2. Genial relato, tiene un buen suspenso y un sorprendente final. Felicidades a los dos Te mando un beso y te me cuidas .

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  3. El relato está buenísimo, ambos tienen talento :)
    besos

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  4. esta muy bien, felicidades a ambos

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  5. Wow interesante!! Y me quedare pensando que pudo ser lo que tiene que devolver.

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  6. Multitud de posibilidades copan mi mente. Desde la protagonista que puede urdir el montaje –dado que el número de teléfono registrado es el suyo-, pasando por una posible asociación de ideas, también por parte de la propia protagonista, en relación a la leyenda del lugar. Al conocer la misteriosa historia del chico y su compinche esta pudo causarle tal impresión que la lleve a obsesionarse cayendo en actitudes irrazonables, fuera de toda lógica escapando, incluso, a su control. Pero… ¿Y el diario? Páginas y páginas pidiendo devolver algo, quizá, inexistente. Escritas por ella, supongo. Sugiere un trastorno obsesivo; pero es que sugiere, en fin, muchas cosas. Me copan la mente. Maaaadreee… tus relatos acaban conmigo. Un besote, guapa.
    Mari Carmen C.

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Novelas M.A. Álvarez

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